París, 1 ago (PL) El gobierno de Emmanuel Macron en Francia afronta una aguda crisis política considerada la peor desde el inicio de su mandato, a raíz de polémico caso Benalla, un asunto que la oposición no parece estar dispuesta a obviar.
Así quedó demostrado la víspera cuando en la Asamblea Nacional ocurrió un hecho inédito: la presentación de dos mociones de censura por parte de diversos partidos, ocasión en la cual se denunció el «autoritarismo» del jefe de Estado.
Gracias a que el movimiento gubernamental La República En Marcha disfruta de una amplia mayoría en el hemiciclo, las autoridades lograron salir airosas del trance.
En las votaciones, las dos mociones estuvieron lejos de alcanzar los 289 apoyos necesarios para prosperar: con 143 respaldos quedó la del partido derechista Los Republicanos (LR), y con 74 la presentada por una alianza de izquierda entre socialistas, comunistas y el movimiento Francia Insumisa.
Si bien el Ejecutivo consiguió superar la prueba, en la jornada se sucedieron numerosos discursos con fuertes cuestionamientos a las autoridades por la gestión del caso Benalla.
Alexandre Benalla, un cercano colaborador del presidente, asistió vestido de agente a la marcha del 1 de mayo y agredió violentamente a algunos manifestantes.
El suceso fue revelado por la prensa y de inmediato se generaron críticas al gobierno por cuestiones como sancionarlo a solo 15 días de suspensión laboral, mantener oculto el tema por dos meses y no acudir de inmediato a la justicia pese a la gravedad de los hechos.
Durante la sesión parlamentaria de este martes, políticos como el líder izquierdista Jean-Luc Melenchon denunciaron el suceso como una muestra del autoritarismo ejercido por el presidente, Emmanuel Macron.
«Este caso no muestra una disfunción, sino el modo habitual de funcionar. Es el presidencialismo que enloquece», lamentó.
De su lado, el diputado comunista André Chassaigne, presidente del grupo parlamentario de la izquierda democrática y republicana, deploró que «en lugar de sancionar a su colaborador, Macron lo protegió. La realidad es que este escándalo evidencia los consejeros ocultos, los privilegios, los favoritismos».
Todo ello, agregó, «alimenta la desconfianza de los franceses en sus dirigentes. La imagen de Francia se empaña a nivel internacional».
Desde la derecha, el líder del grupo de LR, Christian Jacob, afirmó «se trata de un escándalo de Estado que compromete la responsabilidad del jefe del Gobierno y del presidente de la República».
El primer ministro, Edouard Philippe, estuvo presente durante la sesión y en su discurso alegó que los partidos de la oposición promueven una «instrumentalización política» con vistas a atacar al jefe de Estado, pero también a ralentizar las reformas impulsadas por el Ejecutivo.
Si actitud defensiva fue duramente criticada por los parlamentarios, para quienes el gobernante no respondió nada y solo se dedicó a auto-promocionar su gestión.
A punto de entrar en el receso de verano, los diputados de la oposición avisaron que en septiembre se retomará el tema y el plan es entrevistar al propio Benalla, como parte de la comisión de investigación instituida ante un suceso considerado grave.
De acuerdo con analistas, el escándalo Benalla viene a cerrar por todo lo alto una primera parte del año que ha sido compleja para Macron: huelgas en diversos sectores sociales, crecimiento económico muy por debajo de lo planeado, y una popularidad en caída libre que ya está por debajo del 40 por ciento, según los más recientes sondeos.